Amparo Garrido

De lo que no puedo hablar | Foto nº 1 | Edición de 5, 180 x 180 cms De lo que no puedo hablar | Foto nº 1 | Edición de 5, 180 x 180 cms
De lo que no puedo hablar | Foto nº 4 | Edición de 5, 125 x 150 cms De lo que no puedo hablar | Foto nº 4 | Edición de 5, 125 x 150 cms
De lo que no puedo hablar | Foto nº 2 | Edición de 5, 100 x 150 cms De lo que no puedo hablar | Foto nº 2 | Edición de 5, 100 x 150 cms
De lo que no puedo hablar | Foto nº 3 | Edición de 5, 100 x 150 cms De lo que no puedo hablar | Foto nº 3 | Edición de 5, 100 x 150 cms
De lo que no puedo hablar | Foto nº 5 | Edición de 5, 80 x 120 cms De lo que no puedo hablar | Foto nº 5 | Edición de 5, 80 x 120 cms
De lo que no puedo hablar | Foto nº 6 | Edición de 5, 160 x 128 cms De lo que no puedo hablar | Foto nº 6 | Edición de 5, 160 x 128 cms
De lo que no puedo hablar | Foto nº 7 | Edición de 5, 160 x 128 cms De lo que no puedo hablar | Foto nº 7 | Edición de 5, 160 x 128 cms
De lo que no puedo hablar | Foto nº 8 | Edición de 5, 100 x 100 cms De lo que no puedo hablar | Foto nº 8 | Edición de 5, 100 x 100 cms

De lo que no puedo hablar

Lo que no se puede decir.

¿Cómo empezar a escribir? ¿O cómo empezar a hablar, que, en estas circunstancias, es lo mismo? ¿Qué sentido tendrán estas líneas cuando intentamos hablar de aquello que no se puede decir? Ahí radica el mayor misterio: el hecho de que no podamos ponerle palabras no significa que eso no esté presente, y que su presencia sea tan dolorosa. El gorila no puede decir nada, nosotros tampoco –nos hemos quedado mudos-… pero la imagen habla. Habla y nos convoca a penetrar en su enigma.

Un enigma, sí. Porque al final, en el borde mismo de lo visible, nos hacemos conscientes de que nuestra más elevada facultad –esa que, según los expertos, precisamente, nos diferencia de los animales- se revela en su más desamparada impotencia. Somos humanos gracias y a pesar del lenguaje. Estamos destinados a hablar y fracasar siempre allí donde las palabras desfallecen.

¿Qué es, pues, devenir, hacerse humano? ¿Ganar? ¿Perder? La mirada del simio –aquél que aún está por devenir- nos vincula sin escapatoria a este interrogante cuyo apremio a veces resulta insoportable.

Algo en la mirada del gorila nos fascina, no podemos evitar su poder de atracción. ¿Qué suscita en nosotros esa mirada? Tal vez nos permite recuperar algo de lo animal que nos habita y que nos pone en contacto con el flujo infinito de la vida. Pero acaso también en esa mirada proyectamos una nostalgia y un recóndito anhelo: que ese monte de músculos, que ese amasijo de instintos primitivos, que ese rostro que tan humano nos parece, siempre parece estar a punto de empezar a hablar…

Jorge Camón Pascual