No sé si puedo hablar del paisaje en general, pero puedo hablar del Tiergarten.
Es como estar metida dentro de un cuento. Lo descubrí en Otoño un día al volver a casa; quise atajar el trayecto porque empezaba a oscurecer. Cuantos colores, que voluptuosidad, que sencillez y complejidad al mismo tiempo.
Cuando paseo por Tiergarten con mi bicicleta, me siento como aquella niña que fui, y que había olvidado. El paisaje me acerca a aquellas emociones de la infancia parecidas a la plenitud y la felicidad. Es difícil describir la excitación tan intensa que me produce este parque, que a veces se transforma en bosque y a veces en jardín. Es una exaltación de la naturaleza frente a la razón.
Tardé unos días en entender que todo aquello estaba preparado. Aquello era un escenario que alguien había diseñado para provocar en el espectador todos aquellos estados de ánimo: sorpresa, misterio, fascinación, alegría tristeza… Eso fue lo que me engancho más. No se de quien estoy mas enamorada, si del parque o del autor. El artífice de este proyecto fue Peter Joseph Lenné a principios del siglo XIX.
Mientras hago estas fotos, a menudo me pregunto: ¿qué mas da todo al mirar este paisaje tan conmovedor? ¿Acaso podemos explicar el éxtasis de la contemplación, el disfrute de la mirada? A veces, hay que suspender el afán de dar sentido a todo lo que experimentamos y dejarse llevar por la sensualidad y el goce. Tal vez, el exceso de sentido en ocasiones sacrifique la belleza intrínseca de las cosas.
Este paisaje vuelve a tener algunas de las característica que recorren mi trabajo artístico, como las paradojas y contradicciones entre lo salvaje y lo domestico, entre lo animal y lo humano, entre la palabra y la imagen, o entre lo que se puede y lo que no se puede decir.
Tiergarten es un jardín romántico y además alemán. Un paisaje fuera del tiempo. Un lugar para mirar y sentir…. Y después reflexionar.
Berlín, año 2010